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domingo, 22 de marzo de 2009

La propiedad privada y el Estado



¿Quién dijo de quién es la tierra? Quién le vendió el primer pedazo a alguien? ¿Quién se creyó dueño por primera vez de algo como por ejemplo una parte x del planeta? Si el mundo lo creó Dios, supongamos eso, ¿dónde está el documento en el cual él dice que un millar de hectáreas le pertenece a la ilustre familia González y Aragón y veinte metros le pertenecen a Críspulo García? ¿Dónde dejó Dios el testamento de la tierra? ¿A qué hora comenzó la desigualdad?










Todas las Constituciones del mundo deben decir lo mismo: que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos. Si es así, ¿por qué no todos tenemos la misma cantidad de tierra? Y, ¿por qué tenemos que pagar por ella? ¿Por qué tengo que pagarle al fisco nacional derecho de frente? ¿Por qué ese no es, como la tierra, mi derecho natural? Un día de estos, a los vicarios del consumismo que trafican con todo, que comercializan la tierra, la dignidad, la decencia, se les va a ocurrir vender el aire. Los mismos que asfaltan la naturaleza, desvían los cauces de los ríos, matan a los cocodrilos y a las focas para hacer carteras que lucirán señoras, inventarán una máquina que aprisione el aire. Tendremos entonces grandes fábricas, inmensos almacenes donde encontremos eso: contenedores de aire para vender al público; panfletos que ofrezcan grandes urbanizaciones en las que el aire tendrá un precio adicional que será también hipotecable. La comercialización del aire originará plusvalía, emergerán nuevos ricos y los viejos lo serán aún más. El Estado hará lo propio, tendrá sus propias empresas y también le pondrá su precio. Y entonces comenzaremos a pagar impuestos, no sólo los municipales por tener un carro, o por tener una casa sobre un terreno que no debió ser nunca propiedad de alguien. Pagaremos impuestos por respirar el aire. Donde yo vivo tendrá un precio, donde los ricos viven tendrá otro. Puedo ver grandes vitrinas, inmensos centros comerciales, vidrieras vacías donde todo lo que se exhiba sean carteles haciendo ofertas semestrales: usted podrá llevarse, a intereses altos todo el aire que precise, depende de cuánto usted respire, y de lo que tenga en el bolsillo, el Capitalismo le venderá el aire, de contado o a plazos, como quiera.