martes, 16 de octubre de 2007

UNA CARTA DE MUJER



Hace mucho tiempo que no te veo. Mucho tiempo hace que no siento helarse mis manos ni latir apresuradamente mi pobre corazón bajo tu mirada burlona y tu sonrisa cariñosa... Y, sin embargo, no puedo olvidarte. Aun estando tan lejos, aun separándonos la dura cadena de un deber infinito, toda mi existencia gira alrededor de tu recuerdo.
Cuando de noche frente al gran espejo de mi alcoba aliso mi negros cabellos pienso en tus manos grandes y nerviosas.
Cuando rendida por el sueño, acaricio yo misma mis propios párpados amoratados bajo las sombras de las grandes ojeras, recuerdo la ternura con que un día besaste mis pupilas.
Y si, envuelta en sedas contemplo con una larga mirada de íntimo orgullo la armonía de mi cuerpo, pienso en tu anhelo insaciable de belleza y de arte...
Te amo. Te amo en un compendio de todos mis amores: con la misma pureza con que adoré a mi madre, con la misma fraternal camaradería con que se quiere al hermano, con el mismo amoroso respeto con que pienso en mi padre, con la misma ternura retozana con que beso a los niños, con la misma confianza noble y sincera que se brinda a un amigo fiel.
Porque en vida tú lo fuiste todo: hermano, amigo, camarada. Era una niña de diez años con el cabello sobre los hombros y el trajecito sobre las rodillas, cuando sentada a tu lado en los bancos del parque ya te inclinabas sobre mí para enseñarme las maravillosas estampas de tus libros de estudio. Más tarde, en los ingenuos albores de mis quince años, paseando el jardín en los largos atardeceres del verano, olvidada de todos, incomprendida y sola tú venías a mí, me tomabas por las manos, me sentabas a tu lado y en voz muy baja, dulcemente, me envolvías en la exqusita ternura de tu corazón...Y así, aun sin darme cuenta, crecí bajo la influencia de tus gustos.
Por eso prefiero tus autores, tus libros favoritos son los míos. Y la misma admiración noble y hermosa que te despierta el mar, el cielo, el sol, la naturaleza toda, es la que sacude siempre a mi espíritu...
Amado: hoy tengo veinticinco años y hace cuatro que la vida nos separó. Lejana está, ¿verdad? la tarde aquella lluviosa y gris, húmeda y triste, en que sentada en el sofá azul del saloncito, juntos leímos el hermoso prólogo de "CORAZONES SIN RUMBO". Y como yo, cuajados los ojos de lágrimas, buscase tu mirada, te inclinaste hasta rozar mi frente con tus labios, y musitaste gravemente al oído"¡No sufras con los libros! ¡Ya te hará llorar la vida!...
Amado: con la misma dura realidad con que la Vida tronchó mi ideal que eras tú, tronchó también el tuyo. Ante esta irremediable equivocación de mi existencia he inclinado mansamente la frente y he aceptado mis destino.
Pero en estas tristes tardes de invierno, sola, tu recuerdo viene a mí y humildemente me pide un rincón en el alma...
Sentada aquí en la torre , los ojos cerrados, las piernas cruzadas, las manos en la nuca , siento como por las mejillas me resbalan las lágrimas...Y tu recuerdo gravemente me repite al oído:
¡Ya te hará llorar la vida!

Virginia C. de Ponzoa, poeta cubana.

¿No es esta una carta bella, conmovedora y franca? Juzquen ustedes.

5 comentarios:

JRD dijo...

Eh, hasta el final creí que era tuya la carta. Mal susto.

Salud pa ti.

More dijo...

Vaya, qué gusto verte por aquí!!
Salud para tí también amigo. Bienvenido y un abrazo!!

3rn3st0 dijo...

Hermosa como sólo una mujer puede serlo por dentro y por fuera.

Gracias por compartir ese poema sin versos, :-)

Di dijo...

Y es así como el recuerdo de alguien no se va y vive en nuestra alma cuando el mundo se queda en silencio... Besos!!

More dijo...

Ernesto, Di... qué bueno verlos por aquí dejando sus huellas, sus palabras hermosas.