miércoles, 17 de diciembre de 2008

La arrechera de Muntadar al-Zeidi

Hace un par de noches vi por segunda vez “El abogado del diablo” protagonizada impecablemente por Al Pacino. Al final él, en el papel del diablo, le pregunta al que hace de “bueno”: ¿Quién en pleno uso de sus facultades mentales podría negar que el siglo XX me perteneció en su totalidad? No recuerdo que respondió el bueno, pero terminé dándole la razón al diablo: si se revisa la historia hay que admitir que el siglo pasado fue una hechura del demonio, fue, como dice el tango, “un despliegue de maldad insolente”
Quién sabe qué dirá la gente cuando finalice este siglo. Quién sabe si ya no sea la maldad lo que nos asombre., de tanta costumbre y de tanto paisaje. Pero me atrevería a afirmar que, a juzgar por los 8 años que van de milenio, éste será el siglo del eterno asombro. Porque la verdad, uno no termina de sorprenderse. Uno vio y oyó al rey de España ordenarle a Chávez que se callara. Uno vio a Roberto Hernández, Vice-presidente de la Asamblea Nacional, licenciado en letras, director del Coro de voces oscuras del conservatorio de música de Urachiche y presidente honorario de la Fundación Manuel Carreño, uno lo vio, decía, dos veces sacarse la prótesis en plena sesión de la Asamblea Nacional (¡tan bueno que es el Corega!, y ¿qué tanto puede costar?). Uno vio a Berlusconi extraerse lo que se conoce vulgarmente con el nombre de mocos. Uno lo vio sacárselos y de ñapa, comérselos y pasar el bocado con un sorbo de café. Uno es capaz de oír a Gilberto Correa decir todos los días del mundo “porque no es lo mismo tener un seguro y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo” la vaina más filosófica que se ha dicho desde que David Hume afirmó de lo más empírico: sólo observamos la cosa en sí misma, y siempre se da que la constante conjunción de los objetos adquiere la unión en la imaginación. Uno fue capaz de oír y ver todo eso, asombrarse y seguir viviendo, comprendiendo pues que el ser humano es él y sus circunstancias. Es decir, que a Gilberto le pagan por eso, que al señor Hernández le pican las encías y que Berlusconi está a dieta de proteínas. Uno fue capaz de ver esto y decirse como un bolsa: ya no habrá nada que pueda superar esto.
Pero lo que uno si no se imaginaba eran unos zapatos dirigidos a dios como misiles de corto alcance. ¿Unos zapatos, chico? ¿Unos zapatos traducidos en “coño de tu madre lárgate de aquí”? ¿Un objeto tan mundano, tan en contacto con excremento y pegoste de chicle, transmutado en símbolo de repudio gracias no tanto a las tradiciones iraquíes, sino a la arrechera del reportero? Porque es tamaña arrechera lo que podría explicar semejante acto de valentía, semejante don para reconocer las oportunidades de la vida .No le puedo tirar un bolígrafo, no lo puedo insultar porque ni me oiría ni el bicho ese entiende mi idioma, coño, por lo menos un chichón así me vaya descalzo de esta vaina.
Estos gestos humanos, humanos en la acepción de Darwin, no así en la acepción de Osmel Sousa, son los que cambian el curso de la historia, porque a estas alturas en que todo parece estar ya definitivamente constituido y la gente lo que hace son versiones de teorías antiguas, unos zapatos se convierten en bandera y escudo nacional de un país masacrado por ese imbécil; unos zapatos se transmutan en cruz que espanta vampiros y vainas malignas ¡¡¡¡Unos zapatos!!! ¡ Francamente! ¿No estamos cerrando por lo menos el año 2008 con broche de oro en esto de los asombros?
No chico, este hombre es un genio y genio preso y descalzo es mártir. Deberíamos mandarlo a buscar, no sólo para condecorarlo y darle la réplica de la espada de Bolívar y unas cuarenta hectáreas de terreno en Borburata, sino para que se haga cargo del Tribunal Supremo de Justicia, mejor dicho para que lo inaugure de una buena vez. Porque este señor lo que hizo fue justicia. Porque este señor sustituyó con dos zapatos aquella mujer con ojos vendados que sostiene entre sus manos una balanza. Y mire que eso es progreso.
Esta mañana tocaron a mi puerta unos evangélicos. Cuando llegan con su sombrilla y el librito bajo el brazo, suelo decirles: señoras, yo soy comunista y atea, no creo ni en la luz eléctrica. Pero esta mañana las atendí y hasta compré el Atalayah porque esa gente anda pregonando que viene el Señor, no vaya y sea la vaina cierta y me agarre desprevenida.

2 comentarios:

Capochoblog dijo...

Fuiste mi risa anoche tardisimo cuando te leí. No sabes cuanto disfrute este post de pe a pa, coño!

Hay que ver... comprar la atalaya es definitivamente un acto de contricción donde lo pongan, jajajajajaaj

Besos preciosaaaaaaaaa, yo también te quiero mucho y me hace feliz tenerte como pana!!! :)

More dijo...

Sí Nany y además estoy aprovechando con esa lectura pagar una promesa que le hice santa Clara.
Besos, niña.

Mi querida Beatriz, un abrazo pa usted pues.