viernes, 21 de diciembre de 2007

¡FELIZ NAVIDAD!





Suelo recordar en estas fechas, más que cualquier otra cosa, mis navidades cuando era niña, casi adolescente. Tendría unos 14 años cuando mi profesor de matemática y amigo, Andrés, me regaló uno de los libros más hermosos que he leído y que tenía el curioso nombre de “El vendedor más grande del mundo” que narraba la historia de Hafid, un camellero en los tiempos de Jesús el cual estaba enamorado de la hija de su “patrón” y quien para poder cortejarla quería convertirse en lo que era su señor: el vendedor más grande del mundo. Parthos, le dio entonces a vender, debido a la insistencia del joven, un manto cuyo valor Hafid habría de colocar, pagando sólo a él el costo. El joven aceptó la oferta. Caminó sin descanso, ofreció a mucho mercaderes el precioso manto, caminó por caseríos y ciudades tratando de venderlo sin éxito alguno. Para ahorrar dinero y tener más tiempo para la faena, decidió no alojarse en posadas y dormir en los establos. Cada noche ideaba una nueva forma de abordar a sus posibles clientes, se imaginaba también vendiéndolo, llevando a su amo el producto de la venta, y, a partir de allí, convertirse en un gran vendedor para aspirar al amor de Lisha. Pero no tuvo éxito y cuando, ya sin dinero ni provisiones, en la más fría de las noches, derrotado y si aliento, decidió volver a la caravana ,oyó ruidos que provenían de los adentros del viejo establo. Se asomó y contempló la escena en la cual una pareja miraba sonreída a un niño hermoso apenas nacido; el hombre abrazaba a su esposa quien temblaba de frío y el niño casi desnudo mostraba el rostro que Hafid pensaba era el más bello que había visto. Al lado de los tres, una mula y un buey, y la tenue luz de una vela. Hafid lo dudó muchas veces antes de tomar la decisión, pero lo hizo: salió, tomó de su mula el manto que había ofrecido tantas veces a los mercaderes, obteniendo de ellos sólo un No por respuesta y recordó el día en que había partido desde la caravana con la ilusión de convertirse en el Vendedor más grande del mundo. Lo abrazó por última vez, sobre él cayeron sus lágrimas y se lo dio a aquellas personas para que se guardaran de aquella noche húmeda y fría. La pareja sonrió, le dio las gracias y él partió, ahora con la preocupación de cómo iba a contarle al dueño de tan lujosa prenda lo sucedido en el viejo establo. Al llegar a la caravana, bajo una noche iluminada por la estrella más grande que hubiera visto hasta entonces, Parthos lo esperaba en la parte de afuera de su tienda contemplando cómo la estrella avanzaba en el firmamento hasta detenerse justo encima de Hafid.
-¿Qué ha pasado, mi joven amigo? ¿Por qué te sigue la Estrella más brillante del firmamento? Éste miró el cielo iluminado y le contó llorando sus desventuras, sus inútiles intentos para finalmente culminar narrando cómo se había desprendido del manto esa misma noche.
Entonces Parthos le dijo: no puede haber fracasado aquel al que la Estrella más brillante y más hermosa ha acompañado desde Belén. Dicen que allá, ha nacido el Rey de Reyes, cuyo Amor está predestinado para colmar el corazón de todos los hombres, para dar consuelo a quienes sufren y quienes son víctimas de la injusticia. Y dicen que durante ese nacimiento ha aparecido el lucero más brillante y más hermoso que ojos vieran jamás. Tú has regalado el manto al Mesías, al Niño Dios, Hafid. Ahora comprendo la presencia de esa Estrella. Pasa a la tienda, mi joven amigo. No has fracasado, prosiguió. La señal que he esperado durante tanto tiempo me ha sido dada desde las alturas y hoy te revelaré todo lo que necesitas para convertirte en el Vendedor más grande del mundo.

***

La historia no termina allí desde luego. A partir de entonces se esbozan los principios básicos para convertirse en ese “vendedor”, según los cuales Hafid debía siempre desprenderse y repartir entre los necesitados el 50% de todas sus ganancias. Y sí, ciertamente, se conviertió en el Vendedor más grande del Mundo y se casó con su amada Lisha. Después esperará una señal para pasar su secreto a otro.

***

Ha pasado mucho tiempo desde que leí este libro. Y aún sigue siendo uno de mis libros de cabecera, sobre todo en estas fechas en que nos preocupamos tanto en comprar cosas, en que andamos a prisa buscando adornos, ropas y regalos. Y olvidamos que lo más valioso que podemos regalar es nuestro afecto, nuestra solidaridad y nuestra intención desinteresada por brindarla a aquellos que nos rodean. Olvidamos la parte más hermosa de la Navidad: que hace bastante tiempo, nació, no importa si de María Virgen y no importa si en esta fecha, nació el Símbolo del Amor más genuino y más perfecto que ha habido sobre la Tierra. El Redentor, el Mesías. A Él le pido por todos a quienes el dolor le oprime el alma, por quienes tienen hambre y frío o no tienen donde vivir, para que les provea de aquello que necesitan y sostenga entre sus manos de misericordia infinita sus vidas; a Él le pido por quienes se sienten solos y tristes para que el Espíritu y la Divina presencia de Dios les regale la mano extendida y repleta del cariño que necesitan.
Mi amigo Andrés murió hace un par de años, siendo un muchacho de 52 años. Para ti amigo, gracias eternas. Por el libro, por la amistad de tantos años, por el afecto incondicional.
Para todos mis amigos, mis buenos amigos, quienes leen mis cosas, mis mejores deseos porque en sus vidas siempre haya muchas cosas que agradecer y porque todos los días nazca el Niño Dios en sus corazones.


¡¡FELIZ NAVIDAD!!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

feliz navidad para ti tb, linda.

muchas felicidades!!

More dijo...

Gracias Jorge Luis, abrazos para tí!!

El Doc 9 dijo...

Son tan lindas las venezuelas como dicen?, muy lindo tu material, beso desde la Argentia. Aca queremos mucho a su presidente, Chavez, aunque Apunte que no todos lo quieren en tu país. beso arentino

El Doc 9 dijo...

Son tan lindas las venezuelas como dicen?, muy lindo tu material, beso desde la Argentia. Aca queremos mucho a su presidente, Chavez, aunque Apunte que no todos lo quieren en tu país. beso arentino

More dijo...

Doc: pues mira las venezolanas tenemos fama de serlo, debe ser la variedad de la raza: morenas, trigueñas, blancas rubias, negras. O quién sabe que otras cosas influyen allí. Pero en fin esa fama anda por ahí regada.
Con respecto a Chávez, verdaderamente hay personas de afuera que le quieren por los ideales que representa, porque ha tendido la mano o porque es el único de nuestros presidentes que no ha tartamudeado para decirles sus verdades al Imperio y por otras cosas tal vez.
Sí, aquí hay gente que no lo quiere. Y no te imaginas los argumentos tan variados con que justifican su odio.
Pero a fin de cuentas, Chávez no le es indiferente a nadie.